Siento dentro de mí la fortaleza de los árboles,
la pobreza del barro cuando se quiebra,
Derramando ternura, está mi corazón de madre,
el tiempo que adormece los recuerdos
no ha logrado borrar los míos.
Mis hijos son fuertes como palmera centenaria,
conservo el roce de sus manitas tiernas,
sus miradas de miel y laurel,
su risa permanentemente abierta,
nunca sus rostros serán de humo.
Fueron tiempos de primavera
de sol espléndido, y proyectos de futuro,
y aunque el viento se empeñe en arrastrarlos,
el fuego de las vivencias los mantienen en pie,
guardando las nubes fiel memoria de sus raíces.
Éstas han aceptado el reto de llover sus nombres
y cuando diluvien sollozos, acunaran recuerdos,
la alondra y el mirlo, volarán en círculos sobre mi cabeza
comiendo una vez más de mi mano,
y cuando mi árbol sea talado, llegará el silencio de los pájaros.
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del último poemario editado
EL FILO DEL VERSO