YO DIJE EL AMOR / CRISTINO GOMEZ




Prefacio/Athanase Vantchev de Thracy

“Prefiero tener ojos que no vean, oídos que no oigan, labios que no puedan hablar, más que un corazón que no pueda amar”. Anónimo.
“La belleza es hermosa; la pasión, el amor incondicional son más hermosos y adorables.” Arthur de Gobineau.
“La bondad en las palabras trae confianza. LA bondad en el pensamiento trae profundidad.” Lao-Tzu.

Poeta  nacido y viviendo en República Dominicana, Cristino Gómez canta, con un lirismo típicamente caribeño, los grandes tema existenciales que forman la base del lenguaje poético universal, pero con modulación propia, donde su gran sensibilidad sabe mezclar entusiasmo, amargura, lamentos y nostalgia. Los poemas de Cristino Gómez son una profunda música en suntuosas variaciones. Cristino sabe que nada es grave, ya que el espíritu y el amor siguen siendo.

Los poemas de Cristino, esmaltados de reflexiones fulgurantes y con frecuencia atravesadas de una oscuridad amasada de paradojas, son breves, a veces concisos, pero cada uno cuenta una historia vibrante, evoca un recuerdo emocionante, y este conjunto fascínate constituye un caleidoscopio extraordinario que nos permite comprender y amar tanto el hombre como su tierra. Se descubre a través de estos textos la naturaleza de su país, sus problemas candentes, incluso un porvenir (véase el poema “Hydro-power”). O, a veces, una crítica social” ¿Qué magia tienes?).

Porque la poesía, en la óptica de Cristino Gómez, que se sitúa entre una larga lista de creadores y artistas de América Latina, tiene e papel eminente de agilizados de espíritus. Y todos sus tormentos, sus deseos, sus interrogante que sean para él, están incluidos en un mundo en el que se fundan. La poesía, jugando sobre varios registros, es un mágico binocular, un espejo feérico. Ella es el corazón de la memoria. Virtuoso del verbo, Cristino, dejando caer de sus ojos el rocío de lágrimas, guarda para las noches de desamparo la música transparente de los estorninos y los rumores graciosos de la tierra.

Inscritos bajo el signo de la tristeza, a veces de la amargura y de la duda, del temor de un amor no correspondido o que se deshila, los poemas de Cristino Gómez nos cuentan la vida de un hombre que proyecta una mirada lúcida sobre el mundo y sobre sí mismo. Hay una temblorosa nostalgia, una dulzura fluida en sus versos que se apoyan sobre el delicado tropismo de la poesía caballeresca. ¿Quién mejor que el poeta puede intentar una defunción de la poesía? Es eso que Cristino hace en este maravilloso breve poema que cito textualmente, tanto condensa el, como mejor podría hacerlo ningún ensayo sobre la prosodia o ninguna exegesis erudita, lo que hace vibrar el fondo de su corazón:

¿DONDE ESTA?

Poesía
amiga mía:
tú que abrazas mi llanto y me consuelas
encontrando un nuevo verso en cada pena,
dime hoy, eterna compañera,
dónde anda ella.

Soledad:
tú que llegas de una vez cuando se va
-ella cierra la puerta y aquí estas-,
¿no escuchaste, no dijo
adónde va?

El mal es el precio de nuestra ternura y de nuestra libertad. La fe esta en los orígenes de toda esperanza. Me encanta citar, a menudo, esta hermosa frase del gran moralista y ensayista francés Joseph Joubert ( 1754-1824)” No se puede encontrar la poesía en ningún sitio cuando no se lleva en uno mismo” y también la del gran poeta y filosofo estadounidense Henry David Thoreau (1817-1862)”la poesía no es otra cosa que la salud del discurso.”
Después de “Ha vuelto el agua”, Cristino Gómez afirma, con este nuevo libro titulado “Yo dije el amor”, su rango eminente en la poesía contemporánea dominicana.

La poesía sigue siendo la inmensa consoladora, la fuerza que reanima el recuerdo de las penas, pero permite también, por la simple palabra. Hacerles frente y superarlas. Porque la poesía, por su simple fuerza, tiene esta virtud. Ella multiplica el poder de las palabras y hace de ella armas contra la desdicha, personal o general.

La poesía de Cristino Alberto Gómez nos hace conocer las delicias de los años del éter y los estremecimientos augurales de la vida verdadera.



Cristino Alberto Gómez Luciano. (1987). Ha publicado los poemarios he vuelto el agua, Quítame las horas, Sudores de cafetal y Arrancado de raíz. Poeta, agrónomo y educador. Oriundo de Fondo Grande, Loma de Cabrera, donde a temprana edad expresa en versos su inspiración en la naturaleza, la amada, y la patria con sus sueños y luchas. Laureado en la Universidad EARTH de Costa rica por su poema Ha vuelto al agua; su bohío digital fue reconocido como Blog Distinguido de la Literatura Dominicana en la XI Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2008. Ha contribuido a varias antologías poéticas impresas y electrónicas, entre las que destaca Mil poemas a Neruda, en honor al Premio Nobel de LIterartura chileno. Varios de sus poemas han sido traducidos al Francés. Es profesor en el Instituto Politécnico Loyola.

SILENTE CORAZON
No preciso vigilar la huella;
guardo estelas del momento cuando
vi la vida en su sonrisa bella…
oigo el eco del amor andando.

Sempiterna mi esperanza cubre
la agudez que el corazón persigue
pincelando su color de octubre.
¡Ah! La gracia del amor consigue.

Como tierra que extraño la lluvia
son los labios del amor resecos;
figurando que una vez diluvia,
le ensordecen pavorosos ecos.

Ve, silente corazón, y sueña
de tus noches que las inventaste.
Es la tarde y sentencio la breña
que dibuja el suelo do sembraste.

ENAMORADO DE ELLA
La vida, el corazón, la calma,
las animas en mis poemas,
el rojo atardecer, las palmas
erguidas cuando las recuerdan,
sus nidos con trescientas ciguas,
el agua que quedo en las pencas,
heridas cuando ya las tablas,
las casas que surgieron de ellas,
la noche que narro su historia,
radiante su arenal de estrellas,
las aves que temprano gritan
llamando a despertar la bella,
las flechas del reloj.. indican:
¡estoy enamorado de ella!

Mi pecho de atabales, todas
las hojas que también se llenan
del canto que invento mi entonces
jugando a conquistar las penas,
ruta que encontró su paso,
allí mi corazón, sus venas…
las líneas que logró la tarde,
la lluvia la conocer mi puerta,
las horas, el final, los días,
la brisa de mi primavera,
la noche que pinto su risa,
el día del amor, aquella
mirada que me ato… confirman:
¡estoy enamorado de ella!

Profundo el respirar pregunta,
Su aroma emergerá en respuesta;
los seres del ayer murmuran
que el sol intercepto la tierra;
la paz en su taima salta,
susurra que venció la guerra.
Las lomas de mi pueblo cantan
que no las conoció minera.
Sonríen las calladas aguas
besándose junto a las piedras.
La hierba de un abril se baña
fundiéndose con la pradera.
La aurora a mi princesa aclama;
¡estoy enamorado de ella!