Ligia Minaya
Denver, Colorado
No entiendo a la gente que no ofrece disculpas cuando ofenden o faltan el respeto a otra persona. Ni al que acurruca el odio. Ni al que no se solidariza con la tragedia. Ni al que se burla del discapacitado, de un anciano desvalido que anda por la calle pidiendo unos centavos. No entiendo al que en lugar de manos tiene garras. Ni al que dice no tener amigos, ni ama a su familia, a quien no tiene sueños, ni utopía. Tampoco entiendo a quien no le gusta disfrutar del silencio. Ni a los racistas. Ni a quien no se pone a la altura de un niño. Ni al que vive al acecho de un vecino, ni a ese que duda de todo y de todos.
No entiendo al que maltrata al pobre y se pone de rodillas ante un rico. Ni al que no le indigna la injusticia, ni la violencia familiar contra niños, ancianos y mujeres. Ni al que odia y se ríe de los homosexuales. Ni al que es incapaz de dar y sin embargo lo desea todo. No entiendo a la familia que no educa con moral a sus hijos, ni le dice lo que deben o no deben hacer, y quizás por eso se hacen sicarios, ladrones, atracadores y asesinos. No entiendo a la mujer que por celos asesina a otra, le tira ácido del diablo, la golpea y hasta lo hace contra su marido. Ni a las que no tienen fe en sí mismas y viven sin esperanzas ante cualquier golpe que le dé la vida. Tampoco entiendo a la que llorar le parece una gran debilidad y ríe pase lo que pase, sin tomar en cuenta que las lágrimas alivian el alma y confortan el espíritu.
No entiendo a quien no respeta la Madre Naturaleza y quiere estrujar la Loma de Miranda. Ni al que no le gusta disfrutar del amanecer de un nuevo día. A la que no siembra porque cree que será otra quien coseche lo sembrado. Ni a la que no guarda silencio para escuchar los mensajes que traen las aguas de un río y el cantar de las aves, el movimiento acompasado de las ramas de un árbol, el abrir de los pétalos de las flores que sonríen y cantan. Ni a las personas que no disfrutan de las noches de luna, de los días de sol, de las tardes serenas.
Tampoco entiendo a quien no le gustan los libros, ni leer un poema. Ni caminar por la arena del mar, ni disfrutar de las montañas, los valles y los campos. Ni entiendo muchas de las cosas que están pasando en este tiempo. Es posible que sucedieran siempre, que no las conociéramos, que no supimos de ellas, y ahora con el Internet, los teléfonos móviles, las tabletas, y otras tantas modernidades que cambian a cada rato y con tan solo unos días, y en segundos sabemos lo que pasa en cualquier lugar del mundo. Aun así, no entiendo, pase donde pase, que se haga lo que no se debe hacer. Por eso no entiendo a muchas cosas y, muchas veces, ni yo misma me entiendo.
Siempre creí que al pasar el tiempo, las leyes, los gobiernos, la manera de interpretar lo antes leído y escuchado, la vida cambiaría a lo mejor. Pero no ha sido así. Ahora hay más cosas de qué agarrarse para vivir mejor, pero por desgracia, las ciudades, los pueblos, muchas de las gentes, no han cambiado y actúan con lo peor de lo peor.
www.diariolibre.com. Saudades / 11 ene 2014.