EL CACAOTAL


Por: Agustín Perozo Barinas


Un cacaotal centenario en nuestra Quisqueya está repleto de relatos. De noche pululan dos tipos de cocuyos; únicas luces naturales en las noches nubladas, sin estrellas y sin luna. Coros de grillos y cigarras disputan al silencio el tenue susurro del céfiro nocturno agitando en danza los ramajes.

Comentan que cerca del río ‘sale la cigüapa’. Que en el mango al lado del camino ‘aparece un ajusticiado’. Y que en luna llena, las yagüas iluminadas que cuelgan de las palmas, ‘son muertos acechando...’

Durante el día se siente el aire húmedo en las extensas arcadas formadas por árboles de cacao y sus rugosas ramas de color castaño muy oscuro, casi ennegrecidas, que concluyen en hojas lisas de textura crujiente. Vibrantes rayos solares atraviesan estos frondosos arcos mostrándose como pinceladas etéreas de luz.

En este enclave arbolado sobrecoge una atmósfera mística de silencio y soledad. No una quietud angustiosa. Un canturreo de escurridizos pájaros autóctonos distraen el pensamiento...

Cautivan al visitante los majestuosos amapolos, los javillas espinosas y los enhiestos yagrumos con las hojas cenicientas, que al asomo de la lluvia despliegan su envés blancuzco. Bajo la sombra de esos gigantes arbóreos proliferan lianas y arbustos urticantes, como el fogaraté y la pringamosa. Es un dominio de avispas, culebras y lagartos.

Siempre hay inquietas brisas atrapadas allí, por donde un apagado y monótono golpeteo de agua sugiere que un afluente debe estar cerca.

Las rendidas hojas del cacaotal forman una alfombra pardusca, de diferentes ocres y formas, que amortigua todo paso en este exuberante contorno tropical, agregando mayor capa vegetal a los suelos, preservándolos. Cada mayo rebosarán sus troncos con innúmeras florecillas blanquecinas junto a cientos de mazorcas verdes, fucsias, naranjas o amarillas.

Cacáhuatl, cacao; algún día tus granos serán delicioso chocolate, enlazados al amor...