Por: AGUSTIN PEROZO BARINAS
¿Qué le ha faltado a la verdad
para quererla disfrazar?
Dejas la magia humana
y vas a interpretar otro papel,
fingiendo para diferir.
No sé si es desesperación
o humilde ya resignación;
en fin no sé como llamar
a esta versión de un pavo real.
Sólo sí sé que no eres ya
lo que quisiste ser...
Silvio Rodríguez, cantautor cubano.
Recordando esa canción del incomparable Silvio, toda verdad, nuestra realidad, se desnudará más temprano que tarde.
Es mal negocio un 30% de la población que se abstuvo de votar en las elecciones nacionales del 2012 y que se siente representada en un virtual 0%. ¿Seguirá el mismo rumbo en el 2016? Todo indica que sí, en complicidad involuntaria con el 70% que ejerce el voto. El mismo derrotero para compartir, 'democráticamente'. Unos por omisión, el resto por acción.
La indiferencia ciudadana sobre la infecunda conducción del Estado es tolerable hasta que las consecuencias les toca a cada uno, como ya se traduce en inseguridad generalizada, en mayores cargas impositivas, en cuestionables ejecutorias gubernamentales y en precarios servicios básicos. Como en política casi todo es percepción, el manejo cosmético de la realidad nos hace creer que un 89% de la población general aprueba otra gestión de gobierno peledeísta...
Entre tanto, como bufonada, se mantienen muchos funcionarios 'objetables' del anterior gobierno, con ingresos excesivos que los cubre perfectamente un presupuesto sobreinflado donde no sólo draconianas exacciones tributarias son el pivote sino también el señoreaje y el endeudamiento. Estos politiqueros demagogos, esgrimiendo su lógica de que “el poder es para usarse”, ya investidos como burócratas, sumados a sus asociados del sector privado, se presumen superhombres y los tributarios más abajo el medio para ellos evolucionar en casi semidioses, posicionados más allá del bien y el mal.
Intocables, inequívocos, laudables. ¡Tenemos el privilegio de contar con ellos, sin cuya guía y valores tendríamos
una existencia laberíntica!
Con el país cargando una deuda pública consolidada sobre los 30,000 millones de dólares al 2014 y engordando, nos dicen que la misma es perfectamente manejable pues debe evaluarse en correlación al Producto Interno Bruto y éste va en crecimiento. Un PIB que va en progresión apoyado en préstamos. ¿Hasta qué punto esto es viable? Los cerebros infalibles e incontestables que abundan en la recargada burocracia dominicana oportunamente nos presentan sus puntuales interpretaciones.
Según sus estrategias, tomando más prestado, mientras los capitales de las potencias fluyan buscando mejor rentabilidad en estas economías emergentes, dinamizamos la nuestra, crece el Producto Interno Bruto y habrá un punto de retorno con ésta ya fortalecida en un ambiente futuro de estabilización de la economía mundial y se recuperaría la capacidad de desmontar la deuda en un tiempo razonable... Que el endeudamiento puede explicarse como un pasivo proporcionalmente inverso a esa capacidad de pago. Todo está bien, todo va bien, nos dicen.
Esta clase gobernante, que se turna en el carrusel tricolor del sistema, es creativa. Desfalca y luego se apresta a promover leyes contra la corrupción sin que se exijan auditorias independientes a las gestiones de sus funcionarios y promover eventuales sanciones, hasta con carácter retroactivo, si se comprobaran dolos. O, para guardar las apariencias, se recrean con un 'amagar y no dar'. Todo luce tan sencillamente grotesco. "Una comedia para el que piensa y una tragedia para el que siente", como escribiera Jean de la Bruyere.
“Haremos” como si no hubiesen desgobernado un sólo día. En las elecciones del 2012 se repitieron los dos mismos candidatos punteros de las celebradas en el 2000. Doce años después, ¡los mismos candidatos! En las del 2016 y 2020 habría un reciclaje similar. Nuestra partidocracia recicla su propio liderazgo y la alternancia democrática se apolilla en el proceso. El sistema no entrará en crisis mientras la economía se sostenga en niveles tolerables y ese punto de tolerancia sólo lo conoce la población dominicana. No hay lugar a dudas, que todo está bien, todo va bien, nos dicen.
Sin embargo, hay una contrariedad para mantener el circo indefinidamente: el aprieto económico en los bolsillos de unapoblación con cada día más irritantes carencias. Toda acción tramoyista desviadora de escrutinio de la situación actual pierde su propósito campanudo ante ésta.
Entonces, abstraído en pensamientos, decidí caminar en una serena mañana de mediados de octubre por un sinuoso camino de tierra a través de un collado de San Cristóbal. Aún el trémulo rocío se agrupaba en pompitas de cristal entre ramillas y hojas que jugueteaban con un fresco céfiro que se apresuraba desde colinas engalanadas con difuminados tonos de verde, mientras un roncal canturreaba una apacible melodía... ¡Todo está bien, todo irá bien!