Agustín Perozo Barinas
Cambiar de opinión o postura en cualquier ámbito de la existencia humana es legítimo. Lo que hoy parece mal podría parecer bien mañana, o viceversa. Por muchas razones, polémicas o no. Pero la adhesión al bien y al mal, al mismo tiempo, es una apuesta muy alta e imprudente.
Durante cuatro años un grupo de indignados nos involucramos en política activa en pueblos, barrios y campos del Sur corto en contra de los tres partidos mayoritarios, pues entendíamos que ninguno de estos partidos, ya más que probado, podrán materializar el bienestar y desarrollo integral de la mayoría de los dominicanos. Creer lo contrario sería persistir en el mismo error que lleva ya medio siglo.
Ha habido bienestar, y lo habrá, en los que forman parte de cada gobierno de turno. Esto no es censurable si servir al país desde el Estado no fuera más una carga que un beneficio a la sociedad. O al menos, que el beneficio resultante no fuera tan oneroso.
Si toda estrategia conduce a un propósito y, en política, éste es –alcanzar el poder para ejecutar un programa de gobierno–, se concluye entonces que perteneciendo a una fuerza minoritaria no hay de otra que sumar capacidades con uno de los partidos principales de esa tríada dominante: PLD, PRSC, PRD.
Si estos partidos tradicionales, junto a sus satélites, han logrado mantener un 70% del electorado, y le sumamos la camisa de fuerza que impondrán con la Ley de Partidos y Agrupaciones Políticas para escudar el sistema, ¿cuál es la ruta a seguir?...
¿Con el que está en el poder, o su aliado escarlata? ¿O con el que está en la oposición?
El primero ya tiene el poder y su tarea es mantenerlo. Se descarta. El segundo, bermellón, es una bisagra. Se excluye, también. El restante, un gigante acéfalo, tiene condiciones. Es un partido populista, siendo el más votado en las elecciones del 2012. No obstante, no las ganó por KO debido a actitudes irreconciliables y errores internos, por una parte y, por la otra, al excesivo gasto público por el partido gobernante con fines electorales.
En 27 años, desde 1986, el PRD sólo ha ejercido el poder por cuatro. Sus últimos dos (2003-2004) transcurrieron en medio de una crisis de dimensiones históricas. Y recientemente vimos el deplorable espectáculo de los sillazos.
¿Cómo preservar la coherencia adversando esta tríada si mantienen tal fuerza en el electorado? Reformando una de sus partes desde adentro. ¿Cuál? El PRD.
¿Permitiría su militancia esa renovación? La respuesta es llana: O se transforma, asumiendo un nuevo liderazgo, visionario, compacto y disciplinado, o continuará “atajando para que otro enlace”. Al 2016, de treinta años transcurridos desde 1986, ¡habrá tenido tan sólo cuatro en el poder (2000-2004)!
En este drama nacional continúo siendo coherente. Los partidos que han desgobernado este país desde 1966 (el período 1961-1965 es otro capítulo convulso), con sus líderes fundadores ya fallecidos y con un indiscutible liderazgo renovado, aunque cuestionable, no representan los mejores intereses de la población dominicana.
Las presiones acumuladas sobre la sociedad dominicana establecerán el límite de la tolerancia. Esos partidos han prostituido una proporción importante de los electores que inclinan su voto a cambio de dinero o prebendas. Las carencias van despertando la gente de su pesadilla sólo para encarar otras angustias. Como ciudadano, uno entre diez millones, el discurso es aún el mismo: coherencia contra la Tríada.
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