la dulce espera en febrero


otro amanecer.

despertar,
demasiado pronto,

con el mismo pensamiento que te obsesionó al dormir.

desentumecerme, emerger de mi crisálida,
y salir con mi perro a pasear.

despacio,


sentir el clima cambiante,
el viento en las hojas,

comparar las formas caprichosas de las nubes que hoy van a toda prisa

con la estela de un avión, decidida, recta.

observar el reflejo del sol en los charcos,

el reflejo de las hojas, de las ramas,

jugar con el perro a lanzarle una y otra vez palos al agua,

disfrutar con su gozo y su despreocupación.

volver a casa,


despacio,


apoyando mi peso en la vara, que me ayuda,

ver que, por fin,
una pareja de cigüeñas se ha decidido a anidar,

cerca,

en el nido encima del jardín,

en el jardín de la Tierra Pura,

ayer las ví supervisando ese espacio,

el nido que hace unos años las gentes del pueblo decidieron derribar,

y ellas, con su perseverancia y su empeño,
volvieron a rehacer,


despacio,


me pregunto si será la misma pareja de hace unos años.

es el mejor mes para contemplar las cigüeñas desde mi casa

su crotorar, su apareamiento, su avenencia y fidelidad

y cómo sacan a sus crías adelante,

enseñandolas a volar,


despacio,


ensayando pequeños vuelos desde el nido,
instintos ancestrales que funcionan.

tomar un rato el sol de frente, de cara, vitamina D
D de "dador de vida".
y comenzar de nuevo el día.

les copains d´abord- g. brassens