RAICES (Revista/Año 2/No.2/abril2015)




Editorial/ Martin Lenk, Sj

Hay un gran deseo en el ser humano, un deseo incansable: el deseo de ser feliz. Y no hay que investigar mucho para darse cuenta qué es lo que hace al ser humano feliz. No hay mayor felicidad que la de saberse amado. Muchas cosas hacemos  para que nos quieran. Y estamos en búsqueda de un amor incondicional.

Hay un lugar donde todos, por primera vez, hicimos esta experiencia del amor, e incluso la experiencia de ser amados incondicionalmente. Este lugar es la familia, la cual está presente al inicio de nuestra vida; en ella nacimos. La madre ama al recién nacido por una sola razón: es su hijo. Y es, primero, el amor de la madre y después, el del padre que realmente nos hacen vivir.

Salimbene de Adam describe en su Crónica como el emperador Federico II, queriendo investigar cual era el idioma original -latín, griego o hebreo-, puso a algunos niños recién nacidos al cuidado de unas nodrizas ordenándoles que les dieran todo tipo de cuidados, menos acariciarlos y hablar con ellos. Y continúa Salimbene explicando que el resultado del experimento fue desastroso: los niños no solo no hablaron, sino que murieron a pesar de la higiene y de la abundancia de alimentos. Y es que nadie puede vivir sin amor.
Nacemos de una familia. Al crecer, ampliamos el horizonte y nos encontramos en una comunidad más grande con hermanos, abuelos, tíos, vecinos y toda clase de familiares y allegados. Al hacernos adultos, nace en nosotros el deseo de encontrar un complemento en el otro, de amar y ser amados para formar una nueva familia. Conocemos el enamoramiento y vemos cómo de nuevo la mirada se ensancha y, partiendo del amor entre dos, nace un tercero.

Desde el punto de vista de la fe, esto no parece casual. La biblia no enseña que le ser humano es creado a imagen y semejanza de Dios. Esta imagen divina no solo se encuentra en la inteligencia, voluntad y libertad de la persona humana. La semblanza divina no se limita al individuo; también la comunidad es imagen de Dios. Dios es amor, es trinidad, comunidad del amor. Y nada se parece tanto a una comunidad de amor como la familia humana.

“¡Suena muy bonito- podrían decir-, pero la realidad es otra!¡Basta ver el periódico con tantas noticas negativas!”. Es cierto. Hay mucho sufrimiento y muchas familias enfermas, rotas y destruidas. Pero queda el deseo…, y el deseo más profundo del ser humano sigue siendo el amor, y el lugar natural de este amor sigue siendo la familia. Basta con sentarse en cualquier lugar y escuchar la letra de la bachata que llega al oído desde el colmadón más cercano. Nos cantan de la amargura del amor frustrado y engañado, y del deseo de un amor incondicional, de un amor que nunca pase.

Pero en la búsqueda desesperada de la felicidad, fácilmente lo buscado se escapa una y otra vez de las manos. Si se quiere lograr la felicidad “gozando” sin entregarse, la frustración está garantizada. El saberse amado es una llamada a los demás. Y el primer lugar de esta entrega es, una vez más, la familia. En ella, aprendemos a recibir y a dar. Las palabras de Jesús “Hay mayor felicidad en dar que en recibir” no es un mandamiento moral, es una experiencia. Solo felices si sabemos entregarnos.

Esta segunda entrega de RAICES- revista de ´pensamiento cristiano se dedica de una forma especial a la familia. EN octubre del 2014, se celebró en Roma el II Sínodo Extraordinario de los Obispos para preparar el Sínodo Ordinario sobre la familia en el 2015. Así, nuestra iglesia universal nos inspiró el tema central de este número.

En consecuencia, la serie de artículos inicia con una conferencia que Monseñor Gregorio Nicanor Peña Rodríguez, obispo de Higüey y presidente de la Conferencia del episcopado Dominicano, dictó el día de Santo Tomas de Aquino en el Convento de los Dominicos. El texto mantiene su carácter de conferencia oral. Monseñor Peña fue el único obispo de Republica Dominicana que participó en el Sínodo extraordinario el año pasado. Así, sus palabras nos introducen en la problemática que allí se vivió y no comenta muchos textos de los documentos del Sínodo Isntrumentum Laboris y Relatio synodi. Agradecemos a Monseñor Nicanor Peña el permitirnos publicar sus palabras.

Nuestro deseo es que la revista sea encarnada, enraizada en nuestra tierra; así, nos fijamos un poco más en la familia dominicana de hoy. La Dra. Josefina Zaiter, conocida experta en psicología social y autora de varios libros al respecto, nos presenta la familia con la realidad que vivimos: ya no podemos hablar de un modelo único; hay una variedad de tipos de familias.

Desde su experiencia como médico familiar en el hospital Luis Eduardo Aybar, más conocido como el Morgan, la Dra. Ruth Báez, religiosa de las Misioneras de los Sagrados Corazones, nos introduce en la realidad de la salud de la familia en República Dominicana. Aún queda un gran trabajo por realizar para que la salud familiar y la educación respecto a ella sean una realidad.

El P. Mario de la Cruz nos representa un abanico de ciencias que miran a la familia desde sus respectivos puntos de vista. Muy iluminador es la comparación entre la familia tradicional y la moderna que extrae de los documentos del CELAM. Podemos ver como la familia moderna también ha recuperado valores familiares. Entre otros, cabe destacar que hay mas dialogo, menos machismo y se comparte más la autoridad familiar entre el hombre y la mujer.

El P. Cristian Peralta analiza el tema del aborto-una de las realidades más dolorosas del mundo de hoy-desde la discusión sobre el código Penal Dominicano a finales del año pasado. Urge reflexión ética. ¿Cómo podríamos construir una sociedad que con alegría de la bienvenida a cada ser humano que está gestando en el vientre materno?

El P. Ignacion Lasaga nos comparte unas reflexiones del gran filósofo danés Soren Kierkegaard: la búsqueda de “conquistas” amorosas para el goce estético no es otra cosa que desesperación; el amor tiene que permanecer en el tiempo. Las reflexiones de Kiekergaard no han perdido nada de actualidad y me parece que nuestros músicos populares contemporáneos lo ilustran bien. ¿Qué hay detrás del dembow” dominicano? ¿No será también una desesperación? No faltara el “goce estético” en el primer amor, pero la permanencia del amor es el secreto del matrimonio y el verdadero camino de la felicidad. Recuerdo las palabras de mi abuelo en la celebración de los 60 años de su matrimonio, señalando  abuela: “Hace sesenta años era muy buenamoza, la quería mucho. Hoy ella- y yo- ya no tenemos dientes. Somos viejos. Pero la quiero más”.

En una revista de pensamiento cristiano no puede faltar una iluminación bíblica. La Hna. Ángela Cabrera nos enseña con maestría las riquezas de las dimensiones bíblicas de la familia, desde el Antiguo testamento hasta nuestros días, como reflexión para las familias de hoy.

Nuestra Iglesia en República Dominicana realiza esfuerzo a favor de las familias y, en ese sentido, el P. Carlos Peña nos informa sobre la pastoral familiar dominicana.

Aparte del tema central, siempre hay espacio para otros tópicos. Así, el P. Sergio de la Cruz continúa sus reflexiones sobre la Educación Superior que inicio en el número pasado de la revista. Esta vez, nos presenta la Educación Universitaria desde la espiritualidad ignaciana y las universidades jesuitas.

También queremos dar espacio a una sección de recensiones de libros- especialmente libros dominicanos-. Así, iniciamos con Equidad Integral, de Ignacio Miranda, a cargo del P. Francisco Antonio Jiménez.

La familia es comunidad de amor y la vocación más frecuente en el pueblo de Dios será la forma una familia. Pero también existe otra vocación de amar y de entregarse; la vida consagrada, y es a ella que dedicaremos el próximo número de RAICES, especialmente a la vida religiosa en República Dominicana.