Por: Agustín Perozo Barinas
¿En qué se parece el tema migratorio haitiano y el desorden motociclístico dominicano?
No hay día que no seamos bombardeados con la grave situación que nuestro país enfrenta con el tema haitiano. Pero no aparecen culpables de este lado de la frontera por la excesiva e incontrolada migración haitiana a nuestro territorio. El último censo realizado por la Oficina Nacional de Estadísticas arroja la cuestionable cifra de 458,233 inmigrantes haitianos en nuestro país, al 2013. Sin pretender 'censurar el Censo' y sus metodologías, estos resultados no son creíbles aún dentro del marco de las percepciones más conservadoras. Ostentamos una actualizada Ley General de Migración y su Reglamento que aparentemente tememos aplicarla.
De la misma manera reina una anarquía entre los motociclistas (o motoristas, como preferimos llamarlos) a pesar de que la Ley de Tránsito es muy explícita para regularlos: casco protector, matrícula, seguro, licencia de conducir, placa, luces en funcionamiento, etc. Durante el año 2013 los choques de motocicletas ocasionaron la muerte de 1,258 personas y dejaron lesionadas a 4,010; para un total de 5,268 afectados. Tampoco las autoridades parecen reaccionar a este matadero con visos de epidemia rodante.
Todo se reduce a aplicar la Ley. "Nada va bien en un sistema político en el que las palabras contradicen los hechos", reza un dicho. Entonces, estas dos calamidades se parecen en el desorden institucional que las posibilitan.
Pero, como sabemos, toda ley en República Dominicana tiene una interpretación, una administración y una aplicación diferentes, dependiendo de cada interés particular y su fuerza para moldearla. Nuestros políticos, experimentados encantadores de masas, muy doctos en peculado; muchos empresarios, visionarios del lucro en todo giro; sumados a un gran porcentaje de la ciudadanía que mantiene y justifica lo imperante; todos, en un entramado de intereses, comparten las culpas.
En los inicios de la dictadura del general Pinochet en Chile, el político alemán Franz Josef Strauss le expresó al militar: "Considero a los partidos políticos indispensables para una función democrática, pero los partidos políticos no pueden ser una sola razón. Los partidos tienen que prestar un servicio político a su pueblo y deben tener como metas principales la prosperidad y la tranquilidad".
Ni el problema haitiano, ni el problema motociclista -por no mencionar otros tantos- traen prosperidad ni tranquilidad al pueblo dominicano. Las herramientas legales están disponibles para su aplicación. Pero uno se acostumbra a cierta dosis de pesimismo en nuestro entorno... Somos expertos en 'buscarle la vuelta' a los problemas. Ciertamente Haití es uno de nuestros mejores mercados y la fuerza laboral haitiana ya es determinante en la agricultura y la construcción (y se extiende rápidamente a otros sectores). El 'motoconchismo' es un medio de vida para decenas de miles de dominicanos y es el modo de transporte popular ya enraizado en nuestra sociedad.
El costo político para enfrentar las ilegalidades de ambas situaciones es tan alto que ningún partido político ni gobernante del sistema desea asumirlo. Postergando o aplicando medidas cosméticas, con sus golpes de efecto, sólo permitirán que se agraven estos problemas. Nos conformaremos con cantar al unísono dentro de una década como Concepción Arenal: "Cuando la culpa es de todos, la culpa no es de nadie".