norberto luis romero- dos microrelatos para el solsticio

el ludópata

Llevaba más de treinta años acudiendo al casino y apostando al 36. Regresaba a su casa con la cartera vacía, pero siempre con la esperanza y la ilusión puestas en la siguiente apuesta, en la que fatalmente volvía a perder.

El día que decidió tentar al destino apostando todo cuanto tenía a otro número salió el 36. Fue a su casa, puso una única bala en el tambor de un Remington, lo hizo girar y se lo llevó a la boca. La suerte le sonrió, la bala del 36 salió en el primer disparo.


el mago

En su casa, en un cuarto secreto, en estanterías ocultas a las posibles miradas de curiosos, guardaba la chistera, la varita, el ramo de flores plegable, el cubo de doble fondo, los numerosos pañuelos multicolores anudados, el conejo, la paloma, las mesas con espejos, las espadas, las sierras, y los torsos, piernas y brazos de los trucos fallidos.